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Amazonas 2006
(12000 Kms.por el corazón de América) - (Agosto 2006)
Estas son las anécdotas
y vivencias de este magnífico viaje al Amazonas |
La introducción
Lo teníamos decidido hace tiempo, resultado de
un hecho repetido, nos encontrábamos volviendo
esta vez de un viaje a Machu-Picchu, allá por
Septiembre pasado cuando la pregunta quedó planteada
por el VHF,.. Y ahora que hacemos…?.
Las despedidas en este tipo de viaje nunca son sencillas,
casi un mes de convivencia lejos de casa generan fuertes
vínculos entre los travesistas y un futuro programa
a largo plazo es siempre un denominador común.
“Amazonas…” se escuchó claramente
por el altavoz,.. Porqué no?,.. me contesté
a mi mismo.
Casi nueve meses después nos tenían a
Miguel y a mí otra vez sobre la ruta 9, pero
esta vez no íbamos solos. La habitual montaña
de bártulos estibados descuidadamente sobre las
plazas traseras tenían hoy un nuevo ocupante.
Un americano llamado Chris. Una increíble cadena
de sucesos lo habían puesto en nuestro vehículo,
todo había comenzado el año anterior cuando
por motivos laborales pasó por Buenos Aires,
mientras trabajaba en un Cyber-Café del centro,
el destino le puso a un extraño curioseando mi
página web a su lado. Pacientemente esperó
a que éste terminara, y prolijamente anotó
la dirección del sitio. Una vez de regreso en
Estados Unidos, me contactó, y como buen aventurero
que es, viajó para compartir esta aventura, no
sería la primera cadenas de sucesos fortuitos
que llevan a buen resultado, en Amazonas es casi como
una regla no escrita, pender de un hilo y saltar de
un echo casual al otro, fue parte de nuestro devenir
en la línea ecuatorial sudamericana.
Chris era el integrante número nueve de esta
expedición. Daniel y Chiqui con la Mitsu viajaron
desde Comodoro Rivadavia, otro tanto hicieron Marita
y Lito desde Mar del Plata estrenando su S-10 y desde
Verónica se vinieron Gastón y Marina al
comando de su impresionante Dodge-RAM. Guiábamos
nosotros, Miguel y Yo en la Hilux gris.
Una cita con el espectacular asado preparado por el
Dr. Jorge Alonso en su casa de Villa Ocampo (casi en
el límite con Chaco), nos sorprendió tanto
como las cámaras de TV que nos esperaban en la
rotonda de acceso a la ciudad. Una breve entrevista
para el cable local nos hacía caer en la cuenta
que argentinos en el Amazonas no era cosa de todos los
días. Despegar de la comodidad de su quincho
no fue fácil, llegar a Formosa capital, si lo
fue.
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Paraguay,…
un trámite.
Nuestra ajustada Hoja de Ruta de 24 días se puso
por primera vez a prueba cuando en la frontera, un tranquilo
funcionario del gobierno paraguayo nos insistía
con el hecho de volvernos al consulado de su país
en Clorinda para que nuestro “americano”
obtuviera la correspondiente visa. “Tramitarla”
en la misma frontera resultó mas cara, pero sumamente
más diligente. Empezábamos a refinar nuestras
técnicas negociadoras, Perú y Bolivia
siempre fueron buenas escuelas, ahora Paraguay nos ponía
a prueba.
No habíamos circulado aún ni 200 mts.,
cuando aparece ahora la policía,… Nuestras
nuevas Cédulas Azules para que los autorizados
circulen sin la “Verde” era una novedad
que les costaba entender a los uniformados,.. así
no llegaríamos a nuestro destino 5000 km. más
adelante,… era tiempo de negociar otra vez!.
Un excelente dato nos puso frente a unos sonrientes
Coreanos que se encargaron de quedarse con parte de
nuestro presupuesto a cambio de algo de electrónica
(DVD’s, filmadoras y máquinas de fotos
digitales) parecían un echo a priori planificado
de antemano y nos encontraba en una etapa en donde “un
gastito” en moneda extranjera sería bien
justificado por la calidad de imágenes que nos
traeríamos de vuelta a casa. El costo de las
milanesas de surubí en la tradicional esquina
de Chile y Palma en el centro mismo de Asunción,
resultaron un gasto insignificante frente a nuestras
inversiones coreanas. Ya en este punto nadie pensaba
en que debíamos cruzar todo Paraguay en lo que
restaba de la tarde, pero el trámite se hizo
tan llevadero como la sorpresa misma al darnos cuenta
que estábamos en Brasil, por el idioma de la
cartelería. Una avenida y tan solo banderas de
ambos países a los lados marcan la divisoria
entre Paraguay (Pedro Juan Caballero) y Brasil (Ponta
Porá), los trámites de inmigración
fueron materia pendiente para la mañana del siguiente
día.
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Bonito,..
haciendo honor a su nombre.
Los contactos con nuestro viejo conocido Mario, el cordobés
dueño de la hostería de Bonito (Mato Grosso
Do Sul), se hicieron cada vez más frecuentes
y nerviosos a medida que la lentitud combinada de Paraguayos
y Brasileros en la ejecución de nuestros trámites
fronterizos hacía avanzar más rápido
de lo previsto las manecillas de nuestros relojes al
punto de poner en jaque nuestra programada excursión
de snorkeling por los manantiales del río Sucurí,
prevista para las dos de la tarde a 280 Km. de aquí.
Una rápida programación de atajos por
varias fazendas brasileras, hizo debutar al Ozi-Explorer
y las cartas satelitales de manera impecable, y no sería
la primera vez. La escasa señalización
rutera a la que los países sudamericanos nos
tienen acostumbrados, convirtieron a la PC de la Hilux
en herramienta fundamental para la ejecución
de este viaje.
Casi sin darnos cuenta, estábamos probándonos
los trajes de neoprene en la Fazenda Sucurí.
Caminar por una pequeña “trilha”
de selva entre los manantiales cristalinos fue casi
tan sorprendente como la flotación misma. Empezábamos
a notar lo “especial” del viaje, el verde
era ahora nuestro común denominador, más
tarde llegaría el marrón del amazonas.
Verde y marrón, una constante durante las próximas
3 semanas.
Flotar en la corriente haciendo uso del snorkel, era
casi como “volar” por el cauce de estos
arroyos de poca profundidad, las quebradas y angosturas
era fácilmente sorteadas por el movimiento de
nuestros brazos extendidos como las alas de un avión
que respondían en la corriente al simple movimiento
de inclinación, exactamente como estar volando,
la transparencia de las aguas que nada tenía
que envidiarle al aire, junto a los cardúmenes
de brillantes peces, componían esta maravillosa
paleta de colores y movimiento que atrae turismo de
todo el mundo a este recóndito sector del Brasil.
La Gruta Azul y su laguna interior, nos vio maravillarnos
con sus formaciones rememorando los lejanos xenotes
de la Rivera Maya del caribe. Tal como indicaba la Hoja
del día, Pantanal y la pesca de pirañas
pasadas las tres de la tarde, era ahora nuestro siguiente
objetivo.
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Pantanal,…
nuestro primer campamento.
Atravesar la sierra de Bodoquena y nuestro primer contacto
con los “sin tierra” al costado del camino,
fueron tan sorpresivos como el agobiante calor de 36C
de una de nuestra primera de muchas paradas fotográficas
en el arco de Bodoquena. Empezábamos a entrar
en la cuenta que “subíamos” en dirección
al Ecuador.
Llegar a la fazenda (habíamos estado en Octubre
pasado haciendo imágenes para una producción
de cable) fue como encontrarnos con viejos conocidos,
la amabilidad de Betty la propietaria (este campo supo
tener 10 millones de hectáreas antes de ser dividido
por la ley anti-monopolio brasilera) quien en persona
selecciono cono nosotros nuestro lugar de pernocte frente
al río y organizó el equipo de guías
que nos acompañaría a nuestra pesca de
pirañas y avistaje de yacarés. Navegar
en una chalana de dos pisos por el Pantanal brasilero,
es un primer paso para “desacelerar” y entrar
en ritmo de vacaciones. Paz y equilibrio es lo primero
que uno nota al ingresar a este ecosistema único.
Igual sensación deben de haber tenido nuestras
benditas pirañas, ya que el balde que debería
estar medio lleno par alimentar a los yacarés,
apenas tenía unas cuantas en su interior, es
evidente que nuestras habilidades pesqueras dejaron
mucho que desear, aún para pescadores avezados
como Daniel, que encontró que el Pantanal es
muy diferente a los lagos mosqueros a los que está
acostumbrado. No pescar nada lo debe haber sorprendido
tanto como cuando el guía puso frente a una de
las pirañas recién pescadas una rama de
arbusto frente a su boca, y que ésta cortó
de manera impecable de un solo mordisco. Atar nuestras
capturas por la cola y ofrecerlas de alimento a los
temibles Yacarés, puso en duda el plan de dormir
junto al río de esta noche. Un rápido
cambio a la plataforma elevada de la alejada “pescaría”
de la fazenda, puso contentos a todos y nos dio la oportunidad
de demostrarle a nuestro nuevo amigo americano, que
en el cono sur las estrellas brillan mucho más
“que de su lado”, en definitiva estábamos
en Brasil, y naturalmente el cielo es el más
“brilhante do mundo”.
El “reflectoriado” nocturno en las Toyotas
acondicionadas al estilo africano, fue una diversión
adicional que puso de manifiesto algo que averiguaríamos
en la trans-amazónica, la selva vive de noche.
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Porto Velho.
Era hora de probarnos en los enlaces largos, había
que seguir subiendo. Casi 2400 Km. deberíamos de
hacer en tres días si es que queríamos estar
a tiro de la mítica BR-319. Atravesar el Mato Grosso
do Sul, volvió a sorprender por las increíblemente
grandes extensiones de terreno cultivado con soja, viajábamos
con las imágenes de la NASA tomadas en el año
2000, era increíble ver como el avance de las superficies
deforestadas, hacía obsoletas las cartas satelitales.
Primera sorpresa. Como buenos viajeros que éramos,
veíamos pasar por nuestros cristales un entorno
distinto al que imaginábamos para Mato Grosso,
un Brasil pujante que movía sus mercancías
en cientos de relucientes camiones, silos y ciudades pujantes
por doquier. Encontrar shoppings con Mc Donalds y “Carrefours”
en grandes ciudades que no habíamos oído
nombrar en nuestra vida, dejo algo muy en claro, Brasil
es una potencia que avanza, llamado de atención
para los argentinos que tenemos la mala costumbre de tirar
“p’atrás” algunas veces.
Sorprendidos y expectantes nos encontró Jair del
Jeep Club de Porto Velho, acribillarlo a preguntas sobre
la hasta por ellos desconocida trans-amazónica
era inútil, deberíamos experimentar por
nosotros mismos un símbolo de incongruencia brasilera.
Dos ciudades enormes como Porto Velho y Manaus (ambas
arriba del millón de habitantes) y a poco menos
de 1000 Km. de distancia una de otra y que no cuenten
con unión terrestre “transitable” debido
a las poderosas presiones políticas del sector
naviero del río Madeira, para dejar de esta forma
en el abandono absoluto un sueño de ruta que fue
materializado con increíble esfuerzo en el 77 y
abandonado posteriormente.
La BR-319 está oficialmente
cerrada desde el año 1990, se la puede transitar
pero los inconvenientes ocasionales son los puentes.
El escaso mantenimiento lo realiza Embratel propietaria
de una torre de microondas cada 50 kms. y que por
necesidad, luego del período de lluvias y cuando
la ruta es arrasada o socavada, construye unos puentes
de madera sobre los obstáculo, pero la ruta
en sí, es lentamente devorada por la selva.
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La
temida trans-amazónica BR-319.
Nuestra primera balsa apenas a la salida de la ciudad
de Porto Velho, nos estaba indicando que la dirección
era la correcta, si no hay puentes, seguramente hay
acción.
Empezábamos a transitar parte de los 900 Km.
que nos separaban de Manaus. El encuentro con máquinas
y equipos de este lado de la BR-319, daba por sentado
que el mito tarde o temprano acabaría. Estábamos
viviendo un cambio, la situación de la ruta era
insostenible y en Diciembre pasado el gobierno aprobó
una serie de créditos para que cuatro empresas
(dos a cada lado) comenzaran los trabajos de construcción
de una carretera nueva. Pero aún muy lejos de
concluir (apenas llevan unos kilómetros de ambos
lados), la BR-319 tiene cuerda para rato, para fortuna
de los “jeeperos” de todo brasil, que año
tras año, en los límites de la temporada
de lluvias, dejan más sudor en sus huellones
que los aguaceros mismos!.
El pavimento en mal estado a Humaitá, empezaba
a calentar los reflejos en el interminable juego de
“esquivar buracos”, claro que ahora a la
razonable velocidad de 60 km/h, marca que bajaría
drásticamente al promedio de 15 Km/h, los próximos
tres días.
El único “super” del pueblo nos vio
con las tareas de compras divididas, a mi me tocó
la tarea de conseguir los pollos para la cena, del freezer
del local a nuestras conservadoras los animales casi
mantienen el mismo status hasta Manaus, ya que las pocas
nociones de cocina de quien les escribe, puso en jaque
la cena cargando más hielo sobre las congeladas
presas, falto poco para hacer uso de los pocos sectores
de pavimento que aún le quedan a la ruta para
estrellar y desmembrar a los pobres bichos esa noche.
La idea era clara, avanzar “saltando” de
antena en antena (únicos vestigios de la era
industrial que cada 50 Km. la empresa de telefonía
Embratel se ve obligada a mantener y únicas “jaulas”
donde pernoctar con cierta seguridad de no ser visitado
por los temidos Gatos Onças (Yaguaretes o Jaguares),
animales que llenaron de leyendas la ruta y que pudimos
observar solo por sus huellas marcadas en el barro.
Igual de amenazadoras que el animal mismo. Trabajar
en una maniobra de malacate junto a esas pisadas, no
se sentía tan confortable como en la provincia
de Buenos Aires, pero después de todo a eso habíamos
ido, ver que significaba la palabra Amazonas.
La fantasmal visión de la abandonada y única
estación de servicio de la ruta (Piquia), puso
de manifiesto cuan implacable es el avance de la selva
sobre nuestra ruta, era el segundo de los íconos
de la 319, el ahora también abandonado y famoso
Bar Cachiblema (cachaça, chifre e problema) el
otro. Nada parecía querer aumentar la lista de
humanos sobre la BR-319, en tres días un micro
en calamitoso estado haciendo seguramente un corto tramo
de la ruta, un par de motoqueros que vieron frustrados
sus planes de pernocte en la misma antena que nosotros
y la F-350 de Embratel, cuyo chofer estaba muy dispuesto
a la charla, pero la sorpresa de su aparición
poco tiempo dio a una reacción sociabilizadora.
Levantarnos antes del amanecer y pasar solo de 1era.a
2da. marcha y de 2da. a 1era. hasta el anochecer durante
casi tres días completos, puede sonar algo masoquista,
pero la adrenalina que el desafío impone puede
más que el calor y el miedo de saberse realmente
solo (las cartas satelitales ayudan poco, tal vez empeoran
la cuestión, ya que difícilmente se pueda
encontrar sector de este planeta, que al ser atravesado
por una ruta, no existan en sus inmediaciones pequeñas
parcelas cultivadas y presencia humana. El monitor de
17” de la PC, estaba tan verde que asustaba, y
así siguió por dos días.
Al final del segundo día y a 80 Km.de nuestro
2do.balseo (Igapo-Acu) habiéndose cerrado la
noche sobre nosotros, encuentro un pequeño sector
de pavimento en buen estado para estacionar las camionetas,
tomar café y eventualmente acampar sobre la calzada
cuando nos vemos sorprendidos por una de las anécdotas
más graciosas del viaje. Mientras reponíamos
combustibles, vemos a lo lejos las luces de un vehículo
que se aproximaba desde la dirección en la que
habíamos llegado, pasaron unos cuantos minutos
en que todos nosotros dejamos de hacer nuestras tareas
y nos dedicamos exclusivamente a observar como se iban
acercando estas extrañas luces en éste
más recóndito lugar. Finalmente el vehículo
arriba y estaciona al final de la caravana con sus luces
altas aún encendidas. Como quien dispone de todo
el tiempo del mundo y como si fuera la cosa más
normal del mundo encontrarte con 9 personas paradas
en medio de una ruta del Amazonas abandonada hace 20
años que te estuvieran observando impávidas,
lentamente y al contraluz (al mejor estilo de la película
Encuentros Cercanos del 3er.tipo), la figura petisa,
rechoncha de abultada melena enrulada y larga hasta
los hombros, se nos acerca (aquí también
tomó su tiempo en silencio en medio de una atmósfera
que podía cortarse a cuchillo, unos cuantos largos
segundos en recorrer los escasos 20 metros que nos separaban).
La silueta canosa, se detiene frente a nosotros y se
presenta pausadamente como el Padre Fulano de Tal, misionero
Franciscano de Italia!,…
“Un cura…” dijo Marita, esta es una
señal !,.. de esta salimos bien !!”,..
y todos nos pusimos a reír en carcajadas y aflojar
así las tensiones de un duro día de manejo.
Bautizado por nosotros como el “cura Jeepero”,
aceptó de buen grado el café recién
hecho y se ofreció guiarnos con su Nissan (equipada
con malacate y cubierta MT). El hacía todos los
años esta ruta hasta Manaus para hacerse un chequeo
general, nos había visto pasar por Humaitá
hacía dos días y pensó que era
una buena decisión seguirnos. Todavía
no me imagino lo que debe haber laburado solo en este
camino nuestro cura jeepero, ni bien salió delante
nuestro, vemos las luces traseras ser tragadas por un
lodazal; encajado hasta las puertas, esperó pacientemente
a que llegáramos y lo auxiliáramos con
nuestro malacate. Un pago ínfimo por haber levantado
tanto la moral del grupo, que seguramente pensó
que si un cura es capaz de recorrer la trans-amazónica
solo varios días, nosotros esta noche bien podríamos
manejar hasta las diez y asegurar la balsa del otro
día,… Así lo hicimos, la euforia
solo duró hasta llegar hasta la próxima
antena, luego de lo cual a nadie le quedó energías
para armar el campamento. La BR-319 nos vio por primera
vez dormir tras los volantes en nuestro 9no.día
de viaje. Y el cura jeepero?,.. lo perdimos de vista
a los diez minutos de terminar de rescatarlo. Nunca
más supimos de él.
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Manaus,..Extremo
Oriente en Sudamérica
El quinto y último balseo nos dejó en
la enorme Manaus, un día de atraso en nuestro
itinerario nos hizo perder nuestras reservaciones de
hotel (la trans-amazónica se va deteriorando
año tras año y el cálculo horario
tomando como referencia a cruces anteriores, ya no servía).
Era hora del Plan “B”.
Los teléfonos públicos en Brasil, hace
rato que parecen haber perdido la capacidad de aceptar
monedas, las benditas tarjetas telefónicas de
los distintos operadores, resultaron fáciles
de obtener, lograr comunicarse, sería otra!.
La Hoja de Ruta elaborada en Buenos Aires detallaba
una lista de cuatro “hoteles de alternativa”,
lo que no decía es que en esa misma semana se
juntaban en Manaus varios congresos que habían
dejado colmada la capacidad hotelera de la ciudad. Casi
dos horas tomó el trámite de conseguir
hotel, nuestra modesta exigencia de querer nuestras
4x4 bajo techo y dentro del perímetro del hotel
me hacía recordar a la vieja Cuzco, donde el
trazado urbano no contempla la movilidad vehicular de
sus habitantes, lógicamente mucho menos la guarda
de sus rodados.
Terminamos exactamente en el punto en donde habíamos
comenzado, sobre una de las avenidas principales con
suficiente espacio para estacionar, claro que el hotel
estaba último en la lista, pero el reloj marcaba
ya las diez de la noche y no estábamos para hacernos
los exquisitos con el hospedaje, pero zafamos bien,
hasta aire acondicionado teníamos.
Por la mañana mientras el resto hacía
los deberes de todo buen turista conociendo la ciudad,
con Miguel nos ocupábamos de tratar de conseguir
balsa para poder sacar nuestros vehículos de
Manaus, “una vida” aguas abajo y de ser
posible, con el inventario completo. El traslado resultó
uno de los pocos puntos oscuros hasta para la Internet,
no hubo forma de conocer el “know-how” de
antemano, en minutos nos dimos cuenta porque.
La sucesión de hechos fortuitos que sumados llevan
a lograr un objetivo, parece ser una regla de oro para
el norte de Brasil, basta con un ejemplo. Caminando
para cenar y en pos de conseguir data de las balsas
(en definitiva por la ciudad transitan miles de vehículos
que tuvieron que ingresar desde Belem en balsa), se
me ocurre preguntar primero a los taxistas, como en
toda gran ciudad, los localizamos en una de sus esquinas,
-luego de escuchar pacientemente la opinión de
los analistas locales sobre la forma de jugar argentina
en el último mundial, repentinamente ahora los
brasileros parecen todos fanáticos de nuestra
selección-, pasan el 1er.dato,… “Pregunta
en las agencias de alquiler de autos, ellos traen autos
en cantidades!”. Así lo hicimos, y de ahí
a una concesionaria, luego a los repuesteros y finalmente
dimos con una “transportadora”.
Tan reiterado debe ser el esquema de trabajo (importando
autos de las terminales a la zona franca de Manaus)
en esta empresa, que para la atención al público
habían puesto a dos señoritas (seleccionadas
seguramente del último carnaval) que no tenían
la menor idea que el amazonas “baja” para
Belem y confundían la duración de los
viajes, que naturalmente se ven afectados si las balsas
van o vienen a contracorriente. Para colmo de males,
no nos entendían una palabra, en realidad creo
que ni entre ellas mismas lo hacían (en ese momento
dudábamos del nivel de escolaridad alcanzado,
si es que hubo alguno). No nos quedó más
remedio que tomarnos la cuestión en broma, las
mirábamos de frente y con cara de serios, y en
nuestro mejor español les comentábamos
sobre los hermosos atributos traseros y delanteros que
portaban, no parábamos de reírnos juntos
con frases como “Vos solo servís para …”,
“En lo único que piensan ustedes dos es
en …”, etc, etc. Nos fuimos sin resultados
pero el buen humor y la sonrisa nos duro un largo rato.
Esta cadena de hechos fortuitos aquí se cortaba,
momento de comenzar con otra. El punto de partida de
la siguiente fue la conversación con el capi
del último ferry del día anterior, “Amazon-Nave”
dijo, suficiente para volver con Miguel al puerto, la
cuestión no podía ser tan difícil.
La pregunta a un cartero, nos llevó directo al
portero de la empresa, solo para confirmar que esa empresa
transportaba autos, pero por otro río, la fortuna
otra vez hizo que un motociclista estuviera escuchando
y un nuevo nombre aparece (saltar de casualidad en casualidad
era ya rutina). Esta gente sí sabía de
balsas y ríos, pero vendían su espacio
de carga bastante caro (u$s 615 por vehículo
hasta Belem), cuando inevitablemente llegamos a la parte
del fútbol, media hora de charla lo hizo tomar
su celular y negociar por nosotros el espacio dentro
de un camión mosquito que iba a Belem a buscar
vehículos 0 km., por ende al ir vacío
y las camionetas el la “vertical” de la
balsa, el precio bajó hasta los u$s 500 (menos
hubiera significado perder su comisión). Solo
quedaba “el temita” que nosotros queríamos
viajar cuidando los vehículos, a sabiendas que
por cuestiones de seguridad, las balsas no aceptan pasajeros
(.. y lo bien que hacen!). “No hay problema,…”
dijo en un principio, vuelvan a las 18.00 que los embarco.
Habíamos solucionado el complejo tema del traslado
en menos de dos horas,.. algo debía de andar
mal. Pasábamos a nuestro segundo gran inconveniente
que Internet no había podido resolver, sacar
a nuestros pasajeros en algo que navegara el Amazonas
–de “fierro” preferentemente- y que
sea razonablemente habitable por cuatro días.
El puerto de pasajeros estaba en la otra punta de la
ciudad, la marea humana tratando de conseguir pasajes
de barco, en definitiva resultó lógica
teniendo en cuenta que toda la ciudad necesita desplazarse
por agua, Manaus no tiene vías de acceso terrestres,
salvo la que la comunica con Venezuela. Eran cerca de
las once cuando la chica del mostrador nos informa que
los dos únicos barcos metálicos que había
de allí a 15 días para Belem salían
en una hora, al razonable costo de R$ 700 por camarote
(unos u$s 300), estábamos dispuestos a pagar
y correr el riesgo de no encontrar nuestra gente en
el hotel para que embarcara a tiempo, pero resultó
que no aceptaban dólares.
Uno de los tantos personajes que nos habían estado
siguiendo para vendernos vaya a saber que cosa (una
cuestión a la que uno debe acostumbrarse en Manaus,
es al echo de estar permanentemente rodeado de gente
que te sigue por la calle, al mismo tiempo aprendes
a ignorarlos), este sujeto escuchó la palabra
mágica “dólares”, la fila
que nos seguía se multiplicó ahora por
dos o tres. Luego de caminar infructuosamente intentando
hallar una casa de cambio, a sabiendas que me apremiaban
los tiempos, en determinado momento paro en seco, giro
sobre mi mismo y le digo a uno de mis “seguidores”,.
“Ok,.. como es la mano acá,.. hablemos!”…
Otra vez la suerte en la cadena de acontecimientos fortuitos,
parece que habíamos caído con el “sindicato”
de vendedores de pasajes, los mismos que están
en conflicto con la gobernación que les privatizó
el puerto, y nos explican que el mismo navío
que partía a las 12.00 de esta nueva terminal,
avanzaba 100 mts. y amarraba en “su” terminal
flotante (popular y libre de impuestos) para hacer el
embarque del resto de pasajeros “avivados”
de esta situación (que se ven beneficiados por
no pagar tasa de embarque) y la carga de víveres
etc. La suerte era que ahora teníamos hasta las
16.00, pero aún no hablábamos de dinero!.
Estábamos de gran reunión en medio de
la calle, cuando la pequeña multitud decide entre
ellos, quien se iba a encargar de “nuestro caso”.
El gordo Keki impuso su respetable tamaño y resultó
el afortunado, sacarme los u$s 1000 que se necesitaban
para los tres camarotes no le resultaría tan
fácil, con mostrarme el talonario “oficial
del barco” no bastaba. “Llevame al barco,
quiero ver los camarotes y hablar con el capitán,..
después veremos si te pago”. “Ok,
síganme,…” entendimos que dijo. Al
poco rato estábamos subidos a una pequeña
lancha a motor en dirección al Navio Santarem.
Como en una película de piratas, embarcamos por
la banda opuesta al muelle a través de una escotilla
de carga, Keki se movía rápido por el
barco que evidentemente le resultaba familiar buscando
al Ama de Llaves. La encontró en el piso superior
(estos barcos amazónicos tienen tres niveles
o clases, el inferior con gancheras para las hamacas,
el primero de hamacas pero en un recinto climatizado,
luego el segundo y tercero unos cuantos camarotes con
baño privado), una rápida conversación
entre ellos y nosotros ya estábamos chequeando
uno de los diminutos cuartos ofrecidos.
“Ok, hasta acá vamos bien, ahora el capitán…”.
Con Miguel en lo único que pensábamos
es en que estábamos en medio de una cámara
oculta de Tinelli - todos artistas confabulados para
sacarnos los dólares -. Al rato aparece un personaje
que si no fuera por el hecho de que al entrar al diminuto
cuarto en donde estábamos esperando, tropieza
y se le caen del bolsillo dos grandes fajos de billetes
de R$50, aspecto de Capitán no tenía,
pero francamente que aspecto debería tener un
capitán amazónico?, quien sabe!, al menos
este parecía manejar el dinero,... (todo en Manaus
parece moverse en efectivo). “Lo conoce?”
fue mi primera pregunta, tratando de indagar algo más
sobre nuestro eventual vendedor.
“Le pagamos a Usted o e él?” la segunda.
Primero veamos si tengo lugar, contestó el capi.
Una pregunta a la que ya hacía como una hora
habíamos tenido respuesta afirmativa por parte
de la amable Srta. de la terminal, la cual celular por
medio se había comunicado con el barco.
Es difícil que puedan imaginarse la “lista
de disponibilidad” para los exiguos 8 camarotes.
Tachaduras y enmiendas propias de un bien que es ofertado
y consultado por media ciudad y para colmo de males
de precio variable y acorde a las urgencias de quien
tiene que viajar cuatro días de forma un poco
más confortable que colgado de una hamaca.
“Ok, los camarotes están, está el
dinero?...”, conversación y ambiente viciado
por el humo de su cigarrillo más propio de Bogart
y Casablanca, que el que hubiera correspondido al de
dos guías intentando comprar pasajes de barco.
“Los dólares están…”
no había terminado mi estrofa, cuando me interrumpe
y objeta, “Dólares no,…Reales!”
en un tono que no dejaba lugar a dudas, el gordo Keki
intenta conciliar por nosotros explicando que las “casas
de cambio” en Manaus cerraban a las 12.00, o sea
en exactamente 15’, justamente cuando este barco
debería zarpar de esta Terminal en dirección
a la otra.
“Págenle a él” entendimos
que dijo. Otra vez las sospechas.
“Ok, me hace el recibo y me llevo las llaves de
los camarotes”.
Un grito a la Ama de Llaves y una nueva tachadura a
la lista. El nombre de Keki sobre los camarotes del
segundo piso, fue lo último que vimos al bajar
del barco, pero esta vez por la banda “legal”.
Un bus nos esperaba para circular dentro de la Terminal
y llevarnos a la salida.
Corridas por el centro viejo de Manaus, pasillos y cientos
de vendedores ambulantes ofreciendo baratijas y quien
sabe que otra cosa, nos puso frente al mostrador de
una casa de artículos de deportes,. “Cuanto?,..”
se le escuchó al hombre decir, tal vez más
acostumbrado a los altibajos de la paridad dólar-real
que a la venta de zapatillas.
“Mil !,…” dije. Tal vez las tres llaves
más caras que había comprado en toda mi
vida.
Durante el almuerzo me escuchaba relatarles la historia
a nuestros amigos y me preguntaba cuando terminaría
esta cámara oculta, repartir las llaves en la
mesa aumento la incredulidad propia de quien no está
acostumbrado a estos manejos tan informales y casuales
(la ley “de la brocha” como la bautizamos,
por el hecho de pender siempre de…). En definitiva,
respiramos solo cuando en medio de un tumultuoso embarque
(seis o siete changarines se disputaban a los gritos
el equipaje de cada camioneta, que en segundos habíamos
perdido de vista entre la muchedumbre) nuestro “Capi”,
regenteando una mesa de tres tripulantes, anota de nuestros
pasaportes la numeración y habilita el embarque.
Keki finalmente resultó legítimo. Un personaje
que visto a la distancia, resultó un “hilo
conductor” fundamental del cual pender en éste
trámite de embarcar en el Amazonas.
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La
vida en una balsa amazónica
Ver al N/m Santarem a lo lejos, navegando por el “encuentro
de aguas” desde la ventana de la transportadora,
no resultó especialmente grato, acababan de informarnos
que la persona que por la mañana dijo que podía
embarcarnos, se había equivocado.
No era legal llevar pasajeros en una balsa que transporta
camiones, deberíamos tomarnos un barco (el próximo
salía en 15 días, recuerdan,..) o un avión.
Esa última hubiera sido la fácil, sino
hubiéramos prometido viajar con las 4x4 (para
colmo todas casi 0 Km.! y llenas de infinidad de cosas
propias de un viaje de esta naturaleza).
Tratamos de explicar que nuestros compañeros
estaban pasando frente a su ventana en ese preciso momento,
era tarde para malentendidos de ese tipo. “Nos
quedamos acá hasta que nos lleven!”, doce
horas después (parte en la oficina, parte dormitando
estacionados “frente” a la oficina) estábamos
navegando a 20 Km./h en dirección a Belem, con
1500 Km. de río Amazonas por medio.
Finalmente y como a la una de la mañana deciden
embarcarnos casi últimos (dos grandes balsas
cargando 32 camiones cada una) nos deja en inmejorable
condición, al frente y sobre el estrecho pasillo
de menos de un metro que comunicaba los casi 200 metros
al “empurrador” o remolcador donde se ubicaban
la tripulación y el pequeño comedor y
único baño disponible para los “pasajeros”.
Cuando finalmente a las 5.00 AM notamos movimiento,
también nos dimos cuenta que no estábamos
solos, una treintena de camioneros brasileros habían
también embarcado con nosotros, el “ablande”
del día anterior, suponemos no era otra cosa
más que parte de su estrategia para recibir algún
tipo de soborno para lograr una mejor ubicación
en la balsa, ya que la constante necesidad de atención
de la carga refrigerada (una sinfónica pesadilla
nocturna de arranques y parada de motores a intervalos
regulares) por parte de los respectivos chóferes
hacía vital su embarque, por ende el argumento
prohibición vigente, resultó puro cuento
y objeto de presión por parte del personal de
la transportadora.
La primera cosa que nos dimos cuenta, fue que al frente
y debajo de los carretones porta-contenedores estaba
la única sombra y reparo posible para nuestros
siguientes cuatro días, la cuestión como
siempre sucede en estos casos, fue “madrugar”
al resto de los viajeros como nosotros (nos dimos cuenta
luego que eran como cuatro –hasta uno que creemos
polizón, que apareció desde el interior
de un diminuto auto estacionado en la bandeja superior
de nuestro camión mosquito) armando nuestro campamento
en la mejor posición posible considerando factores
como la dirección del sol, brisa y molestos obstáculos
metálicos propios de la estiba de las “carretas”.
No nos habíamos equivocado, cuando comenzó
a amanecer y buscando la brisa que el movimiento de
la balsa provocaba, comenzaron a surgir desde sus camiones
los que serían de aquí en más nuestros
compañeros de viaje. Tejer las primeras alianzas
y analizar las actitudes de cada uno por separado resultó
un ejercicio psicológico vital para sobrellevar
los largos días de navegación. Pero no
éramos los únicos que aplicábamos
la psicología, el sonar de un silbato a las 6.30
AM no fue más que el prólogo de un trabajo
de adoctrinamiento tal como lo hacía Pavlov con
sus perritos. Era la hora del desayuno, menos de cuatro
horas después, a las 10.00 AM, sonaba el del
almuerzo y finalmente a las 15.30, la cena. Tan obedientes
nos habíamos puesto al silbato, que al sonar
instantáneamente enfilábamos para recorrer
las casi dos cuadras al empurrador, y no éramos
los únicos. Llegar últimos significaba
rascar el fondo de la olla, en eso sí los camioneros
no tenían piedad, la carrera por llegar primero
no respetaba las normas de etiqueta, si querías
comer, debías apurarte. Era parte del juego.
Calcular la estrategia para usar el baño, era
también parte de la diversión, no era
cuestión de ir al baño cuando te vinieran
ganas, ya que lo más probable era que luego superar
los largos minutos de caminata hacia el remolcador,
la fila de espera para su uso, te hiciera desistir en
el intento (si eso no lo hacía, la falta de seguro
en la puerta suplía el mismo efecto). El lujo
de bañarse requería también de
cuidada estrategia, lo más razonable era ir “contra-corriente”,
levantarse a las 5.00 AM y tener que pelearse por el
uso de la ducha solo con la cocinera, única persona
que por necesidad se levantaba a esa hora, claro que
el horario era directamente proporcional a lo fría
del agua, ya que como muchas cosas en el Amazonas, la
temperatura del agua se regía por los ciclos
solares que calentaban el depósito de agua, entrada
la tarde era el mejor horario, pero también el
más popular!.
Pasado el primer día y en clara mera las existencias
de “cachaça” las cosas comenzaron
a ponerse tranquilas, dormir con nuestras bolsas en
el piso y al frente de la balsa, sin más reparo
que el techo de nuestro carretón, nos hizo ganar
algunos adeptos entre los camioneros, que consideraban
a eso un acto de valentía (claro que después
supimos de las muchas historias de colisiones contra
árboles a la deriva, violentas varaduras en bancos
de arena y cuando no, colisiones contra islas producto
de capitanes propensos a dormirse en sus puesto de mando).
“Argentinos ter coragem pra dormir la !,.. “
nos decían (en realidad, dormir sobre las camionetas,
para nosotros no era opción y realmente disfrutábamos
de dormir bajo los estrellados cielos amazónicos.
(los cuentos de piratas embarcando a robar por las noches
en la zona en que el amazonas de estrecha por demás
–“el estreito”- llegaron más
tarde y en confianza.
Hacía años, pensándolo bien no
recordábamos la última vez en que nos
pudimos dar el lujo de pasar cuatros días sin
obligación de hacer nada, sentarnos en la proa
de la balsa viendo pasar el agua por debajo nuestro
(bien cerca, ya que este tipo de balsa plana de río
no supera los dos metros de altura respecto del agua)
dejando que la brisa fresca y el sol nos tostaran por
unos cuantos días, fue una experiencia grata
y enriquecedora. La comida, los silbatos y las interminables
charlas de fútbol con nuestros compañeros
de viaje, unas cuantas anécdotas más para
contar.
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Parque
Nacional de los Lençois Maranhenses
Conocer este maravilloso rincón próximo
a la desembocadura del Amazonas, le dio al viaje la
componente “playera” que le faltaba.
El ferry de Cujupe nos ahorraba casi 800 Km., dormir
en la pequeña ciudad de Pinheiro, un cambio más
que justificado a la Hoja de Ruta. Naturalmente que
no éramos los únicos en intentar semejante
ahorro, el kaos en la pequeña estación
fluvial, respetaba las proporciones. Intentar la compra
de su espacio asignado abordo a un paciente camionero,
el único medio para no perder gran parte del
día esperando cruzar a Sao Lois. Isla y ciudad
colonial (de hecho una de las primeras en fundarse en
la costa brasilera) que nos tomó por sorpresa,
dueña de un particular encanto sustentado en
antiguas construcciones revestidas de hermosas mayólicas
floreadas, empedradas callejuelas y encantadores sitios
para comer, la destacó como sitio particular
y objetivo de pronto retorno.
Ahora era el tiempo de las dunas, casi 300 Km. nos separaban
de Barrerinhas, y de selva ya habíamos tenido
suficiente, era hora de atender los justificados reclamos
de los trajes de baño que con todo derecho pedían
pista de salida!. El acogedor pueblito en los límites
del espectacular Parque Nacional de los Lençois
Maranhenses, a la postre el único desierto del
Brasil, ostenta en cifras algo así como 100 Km.
de largo por 35 de ancho y más de 22 mil lagunas
de agua dulce y esmeralda entre onduladas dunas de color
blanco y una solo forma de recorrerlos, caminando acompañados
por un guía local. Los lençois (por su
similitud a una sábana ondulada) ganó
un lugar de por vida en nuestras páginas de Internet,
magnífico broche de oro para esta larga travesía.
La paciencia parecería ser un requisito indispensable
en la selección de los guías del Parque,
su tono de voz bajo y pausado, invitaba a relajarse
casi tanto como las tibias aguas cristalinas de sus
lagunas. Los sacudones por la huella de arena en el
viejo jeep bandeirante después del magnífico
paseo de unas cuantas horas nos devolvió a la
realidad, la hora del almuerzo. Con Raimundo (todo un
capítulo aparte requeriría nuestro “organizador”
local de apenas 12 años, que “nos cazó”
a la entrada del pueblo siguiéndonos infatigablemente
con su bicicleta ofreciendo sus servicios profesionales,
subestimado en un principio y que a la postre debo reconocer
resultó un nexo fundamental para la selección
de una posada adecuada, contratación de servicios
varios y de excelentes lugares para comer). El nos acompañaba
a las excursiones, “dirigiendo” a los prestadores
y hasta “traduciendo” nuestro regular portuñol,
aconsejados por él, revertimos el esquema habitual
de nuestro próximo paseo en lancha, comenzamos
por lo que regularmente se hacía al final, “”…rápido
a Caburé!” le ordeno el chico al timonel
del veloz fuera de borda y los casi 50 kilómetros
del serpenteante y selvático cause del río
Preguiças nos encontró desembarcando en
la playa pidiendo replay. Claro que los camarones al
alho en el hermoso parador playero, dejaron en claro
las prioridades, la cerveza helada que nunca falló
en todo Brasil, pero allí parecía más
fresca aún.
Combinar la visita al faro y el atardecer en los “pequeños
Lençois” fue la cuidada estrategia de Raimundo
para el final de nuestro día. La mesa reservada
por él en el deck de uno de los mejores restaurantes
del pueblo, terminó de abrochar su merecida propina.
Era hora de pensar en Brasilia, nuestro próximo
objetivo y “empalme” con lo planificado
desde Buenos Aires.
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Brasilia,
distinto a todo.
La oportunidad que se nos presentaba para conocer esta
emblemática ciudad, no fue desaprovechada por
la Organización del viaje, su ubicación
en el centro geográfico del Brasil, la hacía
difícil de incorporar a otros circuitos más
convencionales. Descubrir la famosa plaza del Planalto,
la prolija traza urbana y la casi inexistencia de semáforos
(los retomes y cruces son bajo nivel) nos dejó
muy bien impresionados, casi tanto como la hermosa vista
del satélite que presentaban el sistema de navegación
que estábamos usando. Comer en un Mac Donald
y animarnos a cargar bio-diesel en nuestras camionetas,
fueron una de tantas sorpresas, la visual amplia mayoría.
Amplias avenidas, poco tráfico y la repetición
de planificados esquemas urbanos (edificios exactamente
iguales, uno para cada uno de los muchos Ministerios
de Gobierno), zonas de bancos (todos juntos en un solo
sector), locales de negocios idénticos y emplazados
en similar posición dentro de los conjuntos habitacionales,
sorprendían por lo extraño. Sorprendente,
la mejor palabra para definir a Brasilia.
Dos días más nos tomó llegar a
las conocidas Cataratas del Iguazú, esta vez
quisimos profundizar desde la óptica brasilera
del lugar, las caminatas y la extraña visión
de un fenómeno que no sucedía desde el
año 1977 (la “seca”), no hizo más
que aumentar la lista de “iconos” del viaje,
un recorrido de casi 24 días por ese Brasil fuera
de los circuitos turísticos habituales, 12000
kilómetros entre pueblos y grandes ciudades muy,
pero muy distintas a las nuestras; en definitiva justamente
de eso se trataba, conocer el Brasil profundo, cortarlo
por su centro. Ahora ya sabemos que el verde en sus
mapas, esconde mucho más que lo que uno presupone
y que es solo cuestión de animarse a conocerlo,
los planes para repetir en Julio del 2007, saludables
y en marcha !
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